El perezoso existe


oso perezoso costa rica cartelHoy escribo para contaros una historia de esperanza, aquella virtud que según dicen algunos viste de verde y es lo último que se pierde. Aunque también podría ir al refranero español -siempre tan rico y acertado- y decir que la moraleja de esta historia es aquello de que “el que la sigue, la consigue”…

El caso es que este verano hemos hecho un viaje de (casi) tres semanas por Costa Rica, mochila al hombro, con nuestras Chiruca y todo el equipamiento de Decathlon en su modalidad «Adventure». Costa Rica es el país más feliz del mundo pero uno va allí básicamente a ver dos cosas: plantas y bichos. Por eso aterrizamos vestidos de Dora, la Exploradora

A mi la verdad es que las plantas me dan igual, pero los bichos ¡Ay los bichos! Lo que me gusta a mi un bicho… imaginaos entonces mis expectativas yendo a un país con más de 500.000 especies, un 4% de las que existen en todo el mundo. Monos, cocodrilos, ranas venenosas, delfines… de todo, pero yo iba a tiro fijo: quería ver un oso perezoso.

No se si achacarlo a un trauma infantil o a lo mucho que leí sobre este simpático animal antes de ir, pero lo cierto es que una vez se pone el pie en tierras ‘ticas’ el bombardeo es constante: perezosos en los billetes, en las tiendas de souvenirs, en las vallas publicitarias. Todo son perezosos, “sloths” para los gringos. Y yo, que soy culo veo, culo quiero, desde el minuto cero empecé a demandar: “quiero ver un perezoso”, “quiero ver un perezoso”, “quiero ver un perezoso”… Antonio ¿fue así o no fue así?…

08_10000RAdemás todo el mundo acrecentaba mis ansias con historias de que se podían ver a patadas aquí y allá, que las hojas de tal árbol le encantaban, que salen justo después de una fuerte lluvia… U-NA-MIER-DA. Pasaban los días y ni rastro de un perezoso. Nada. Cero. Ni grande, ni pequeño, ni cerca, ni lejos. No vimos ni al primero y comencé a ponerme nervioso.

En Tortuguero porque llovía demasiado; en La Fortuna porque hacía dos días que estaba en un sitio pero se había esfumado; en Puerto Viejo no debimos mirar bien (sic) y en Monteverde el invierno estaba pasando factura a los árboles y no estaban muy apetecibles para cualquier bicho que midiese más de un palmo. Vamos, que no había suerte. Los planetas no confluían para que Jaime García, de Sada, amortizase los 8.500 km recorridos y viese un @$&%=! perezoso. Eso sí, tenía una tortícolis horrorosa de tanto mirar a los árboles. «Perezoooooosooooo ¿donde estás?»

Así que en nuestra última gran etapa del viaje, Pacífico medio, apostamos todas las fichas al Parque Nacional de Manuel Antonio, una de las reservas naturales más visitadas de Costa Rica y en las que se supone que hay más animales. Y allí algo vimos… Había una aglomeración de turistas: “Sloth, sloth, sloth… i´ts a baby sloth”. Apunté con los prismáticos y solo acerté a ver una bolilla de pelo que tanto podía ser un bebé perezoso, como el fol de una gaita o un complemento del Bershka. “Algo es algo” me consoló  Antonio, que siempre trata de animarme.

Pues nada, en la siguiente escena de esta angustiosa película, “No sin mi perezoso”, decidí mandar al cuerno al parque, al perezoso y a toda su estirpe. Abortar el plan y parar en una de las maravillosas playas que hay en Manuel Antonio a conseguir por lo menos un bronceado que fuese trending topic en España. Ahí comencé con la fase de negación. Juré y perjuré que lo del oso perezoso era una patraña publicitaria y que solo se podían ver en los billetes de 10.000 colones. Aseguré que no existían, que seguro que con tanta sobreexplotación turística los habían aniquilado y sabe dios que más cosas.

Rajé y rajé… y rajé…y rajé… hasta que me quedé ‘tan a gustito’ sobado sobre mi toalla. Y fue ahí, seducido por Lorenzo cuando abrí los ojos y entre brumas -y alguna legaña- LO VI. Colgado de una rama con esa sonrisa bobalicona tan característica, mientras sus afiladas uñas -dedos- intentaban alcanzar unas hojas de una rama contigua.
“Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!! ¿dónde está la cámara? ¿dónde está la cámaraaaaaaaaaaaaaaaaaaaa?”

oso perezoso costa ricaLo demás os lo podéis imaginar: La que has liao pollito’… Hice tal escándalo que media playa apareció allí con sus objetivos, sus teleobjetivos y sus macro-objetivos. Vamos, que no apareció el Hubble de milagro. ¡Un perezoso! ¡un perezoso! … Se ve que no era el único desesperado por encontrarse con nuestro amiguito. Es más, se ve que la alegría desbordante les impidió ver a las ¾ partes de los paparazzi que estaban de pie sobre nuestras toallas y nuestras cosas. Pero bueno, ya que era el héroe de la playa tampoco iba a estropear mi momento con nimiedades como el respeto a los bienes ajenos. Así que me limité a disfrutar.

El perezoso, perdón, LOS perezosos -al final apareció también su señora- nos deleitaron con un repertorio de hiperactividad que no hacía gala a su nombre. Venga para allá, ahora para acá, que si cojo esta rama, que si me la como, que me cambio de lado, ahora echo una sonrisita… ¡vale! es su expresión pero a mi me gusta pensar que me sonrieron con complicidad. Había más flashes que en un photocall de Gran Vía. Yo no fui tan paleto, solo saqué ¿media centena de fotos?… ehhh… bueno, quizás alguna más. Pero con estilo.

IMG_7509 - zoom IMG_7477oso perezoso costa rica En definitiva, esta historia trata de ser un reflejo de mi experiencia con el oso perezoso de Costa Rica. Quizás, como viene siendo habitual, está un poco aderezada, con una pizca de imaginación y afán lúdico. Quizás no. ¿Qué más da? En última instancia es mi historia y la cuento como me salga de las narices al fin y al cabo el único que puede desmentirla es Antonio y no creo que se atreva ;-) Sin embargo yo si que me tengo que retractar y decir bien alto: Señores, el perezoso existe… y mucho ¡¡¡Y es más riquiño!!!

Eso es todo. Nos vemos.

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Una respuesta a El perezoso existe

  1. Jajajajajajajajaja, reí mucho con tu bella historia. Qué bueno que lograste ver al perezoso.

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