¿Por qué es más fácil encontrar un Unicornio que un hamman -que no spa- en Marrakech?

Hamman-en-Marrakech

Hamman, hamman, hamman…” anunciaban decenas de jóvenes en cada una de las esquinas de la Plaza Djem’a el-Fna de Marrakech. ¿Pero a que tipo de baño se referían? Precisamente no a un baño tradicional donde van marroquíes, sino a una suerte de spa-balneario  para turistas o marrakechíes de altos vuelos. Corría el año 2008, era mi primera vez en Marrakech -y Marruecos- y decidí dejar la experiencia para otro momento…

Pasados 5 años, con mucha más experiencia viajera y unas friegas turcas en mi dolorido cuerpo, vuelvo a Marrakech y quiero probar un hamman en La Ciudad Roja. Así que comencé a documentarme sobre dónde encontrar un hamman “popular”… Y cual fue mi sorpresa, cuando descubrí que por Internet es muy difícil encontrar ni una sola referencia práctica sobre este tipo de baños. «Haberlos hailos», alguna gente cuenta experiencias extrasensoriales, hablan de precios irrisorios, del público objetivo, pero nada de direcciones. De ahí mi broma de que es más fácil encontrar un Unicornio que un baño tradicional…

Lo primero que me sorprende al echar un vistazo en la Red es que revistas de viajes de tanto calado como la Traveler los recomienden encarecidamente y aseguren que “en casi todos los barrios encontrarás carteles que anuncian hamman populares…” pero no den ni una sola referencia ¿tanto peso tiene la industria spa en Marrakech? ¿Por que dan un nutrido listado de hamman turísticos y ni una sola referencia de los otros?

Quizás recomendar la experiencia en un baño popular sea solo una pose y en realidad les puedan los prejuicios. Aluciné al leer esto de un blogger de viajes y editor de una revista digital que se dice “guía turística del universo”:“Luego están los que prefieren una pátina de autenticidad recurriendo a los mismos locales que los nativos usan en los barrios. En tal caso conviene tener ojo clínico para elegir, so pena de encontrarse un lugar inmundo donde en vez de limpieza se corra riesgo de pillar alguna infección, ya que muchos de los usuarios carecen de cuarto de baño en su casa y por eso van al hammam.” No pongo link. No lo merece.

Después de varias horas de intensa búsqueda, con el estrés cerebral que el hipertexto conlleva, he llegado a la conclusión de que lo mejor será perderse por la medina. Ya contaré en que acaba esta historia … Eso sí, tanta página web me ha servido para aprender algunas cosas que se deben conocer sobre hamman populares, ya que más vale prevenir que lamentar…

Lo primero es que entras “a pelo”, es decir, pagas entre 10 y 30 dirhams en la puerta y no te dan nada. Toalla, chanclas, jabón o esponja corren por tu cuenta. Lo básico se puede adquirir allí y también he leído que en los supermercados -o un zoco- te puedes hacer con un ‘kit’. Lo esencial es jabón NEGRO y un guante TIPO KESSA. Ah, otro detalle: a la entrada súmale un par de dirhams más de propina para quien guarda las bolsas y la ropa.

Además, hay que estar al loro porque los hammam no son mixtos -ahora se empiezan a llevar los exclusivos para féminas- y si no tienen dos salas diferenciadas, lo más normal es que haya horarios distintos para hombres y mujeres. Así que no está de más informarse antes de ir. La norma general creo que es mañana y anochecer para hombres y las tardes para las mujeres.

Lo de siempre: SEGUIRÉ INFORMANDO. Y por supuesto, todo aquel internauta que lea esto y pueda darme una dirección ¡daos prisa! El 31 de agosto ya estoy en Djem’a el-Fna viendo bailar a las cobras ;-)

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La deliciosa cocina jemer: lo que necesitas es «Amok»

Puesto de Pho Yong en Siem Reap

Puesto de Pho Yong en Siem Reap

“What’s your favourite food?”, me preguntó una aprendiz de periodista de diez años en una escuela de Battambang, en Camboya. Lo que no esperaba mi entrevistadora es que le respondiese “Amok”. Ni ella, ni el resto de sus compañeros, que estallaron en una carcajada.

A ver, independientemente del guiño, tampoco iba desencaminado del todo. El Amok o cualquiera de las especialidades culinarias de este país del sudeste asiático podrían entrar perfectamente en mi ránking de platos favoritos. Y es que para gustos, no hay nada escrito…

Sabéis que una de las motivaciones fundamentales de mis viajes es la gastronómica y que siempre he sido muy partidario de aquel dicho popular que reza “donde fueres… haz lo que vieres”. Sin embargo, tampoco soy un experto en la materia, ni me guío por ninguna otra pauta que no sea la mera curiosidad y un apetito voraz, jajaja.

Dicho esto, en este post solo pretendo daros a conocer dos de las especialidades de la cocina khmer o jemer, como más gustéis, basándome simple y llanamente en mi experiencia y mis gustos, por si os puede servir para orientaros en un futuro.  Me estoy refiriendo al Lok Lak y el Amok.

Lok Lak

Lok Lak

El primer plato, el Lok Lak (o Loc Lac) consiste fundamentalmente en unas tiras de ternera marinadas con una salsa hecha a base de tomate, jugo de limón -de ahí su acidez-, cebolla y pimienta de Kampot. Esta carne se sirve sobre una cama de ensalada y arroz y se acompaña de un huevo frito. Vamos, que con hambre no te quedas, desde luego.

Uno de los lok laks más rico que he probado en Siem Reap, la ciudad que hace de campamento base a los visitantes de Angkor, es el que sirven en el puesto callejero Pho Yong; justo en uno de los extremos de la mega-turística Pub Street. Una vez superada la gracia del nombre –en jemer no se leen las haches intercaladas-, este puesto ofrece abundantísimos y sabrosos platos por un par de dólares.  Es sin duda, una muy buena dirección.

Amok de pollo

Amok de pollo

Por su parte, el Amok, ese plato que tantas risas despertó en la escuela de Battambang, hace referencia a una técnica culinaria propia del sudeste asiático, relativa al proceso de cocer al vapor un curry en hojas de plátano. El plato resultante es un curry suave y caldoso hecho con leche de coco y combinado con pescado, pollo o calamares. Se sirve acompañado de arroz -¡qué sorpresa!-, dentro de un coco o en la propia hoja del plátano.

Quizás este plato es un poco más “exótico” que el Lok Lak, pero los que estéis familiarizados con el curry lo vais a apreciar. Se puede degustar un buen amok de pescado en el restaurante francés La Noria -en la River Rd, bastante pijillo- o en el Socheata II, un restaurante discreto, sencillo, escondido al final de un callejón y muy cerca del Mercado Viejo. En este último el plato sale a unos 2,5 $.

Lok Lak -sin huevo-, Amok de pescado y pollo con anacardos

Lok Lak -sin huevo-, Amok de pescado y pollo con anacardos en La Noria

Resta decir que estos dos platos son la punta del iceberg de una rica cocina que bebe de influencias chinas y de otros países del sudeste asiático, como pueden ser Vietnam o Tailandia. Sin olvidar ese toque francés, de herencia colonial, que revolotea tímidamente por esas latitudes… Así que os animo a probar, a investigar y a jugar con la amplia paleta de sabores de la cocina jemer tradicional ¡Bon apetit!

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Chiang Mai: Un masaje solidario… ¡y carcelario!

Preparados para nuestro Masaje ¡vaya pintas!

Preparados para nuestro Masaje ¡vaya pintas!

En cualquier viaje por Tailandia, programado o por libre, seguro que Chiang Mai aparece como parada obligada. La segunda ciudad de Tailandia, situada a unos 700 km al norte de Bangkok, es uno de los centros neurálgicos de la cultura tailandesa y cuenta con una rica y destacada gastronomía propia. Los tailandeses la llaman La Rosa del Norte.

Sin embargo, a pesar de su popularidad, pocos saben que en esta ciudad recoleta uno puede disfrutar de uno de los mayores placeres que la cultura tailandesa ha legado al mundo: el masaje. Y no me refiero a un masaje cualquiera, sino a uno ÚNICO, “AL” masaje.

Mi propuesta es el Centro de Masaje de la Cárcel de Mujeres de Chiang Mai, donde las propias reclusas ofrecen fantásticos masajes corporales y podales, como parte de su programa de reinserción social. ¡Si, si, lo que habéis oído! Nos lo recomendaron en nuestra guesthouse y fue un acierto total.

Se trata de internas a las que les quedan menos de seis meses de condena. Con esta iniciativa, además de enseñarles un oficio, se las ayuda económicamente, puesto que todo el dinero que recaudan en ese tiempo va a parar a un fondo que se les entrega al salir y que sin duda contribuirá a su reinserción social.

Los masajes corporales valen 180 bath (4,5 €) y duran una hora. También hay posibilidad de hacerse la versión podal por 150 bath (4 €) y alguna que otra oferta, dependiendo de la temporada. Tan solo hay que presentarse allí entre las 8.30 y las 16.30 h. y pedir la vez ¡a la mujer policía que hay en la puerta! No reservan, así que si vais temprano y tenéis suerte puede que entréis en el momento, si no, tocará esperar…

El centro de masajes no está en la propia cárcel -tranquilos-, está enfrente, en una pequeña casita de madera de más de cien años de antigüedad. Así lo anuncia un cartel. Al entrar te atiende una señorita que te acompaña hasta los vestuarios para que te cambies. Ellas te facilitan una camisa y pantalón flojos, perfectamente lavados y planchados, con los que estar cómodo durante la sesión de masaje. Luego, como es normal en este tipo de rituales, te lavan los pies escrupulosamente con agua tibia.

Una vez listo, pasas al salón propiamente dicho. El ambiente es muy agradable: luz en penumbra, ventiladores refrescando la estancia, hierbas aromáticas y camas con sábanas muy blancas y limpias. Tu masajista se acerca y ¡empieza la experiencia! Insisto: una hora de masaje por poco más de 4 euros. Una ganga.

El masaje tailandés es un masaje de estiramiento y profundidad, cuerpo a cuerpo, una especie una coreografía en la que los límites entre el placer y el dolor -ligero- se diluyen suavemente. Hay que saber que no usan aceites -eso es “otro tipo” de masaje-, sino alguna pomada herbal, como el Bálsamo de Tigre, originario de Birmania y que sirve, entre otras cosas, para aliviar dolores musculares.

El resto os lo podéis imaginar. Una hora de reloj en el que de los pies a la cabeza, literalmente, todos tus músculos y articulaciones son masajeados y activados… ¡una pasada! Cuando acabas, te cambias y te ofrecen un té verde para ponerle la guinda “zen” al pastel. Se paga al salir, a la guardia, y si se quiere se puede dejar una propina en la Tip Box, que es común.

La razón de porqué los masajes de esta cárcel de mujeres son tan buenos nos la contó el dueño de la guesthouse en la que nos hospedamos: “Al estar internas, se pasan el día estudiando y practicando unas con otras; por eso es tan profesional, el masaje tailandés conlleva muchas horas de estudio y dedicación”.

Así que ya sabéis, una experiencia única en pleno centro de Chiang Mai y por un precio irrisorio. Además, estaréis contribuyendo con una muy buena causa, ya que ellas ganan experiencia laboral y un dinero que, seguro, les vendrá muy bien para empezar una nueva vida. Si llegáis y os dicen que hay que esperar, os podéis acercar a la tienda y la cafetería del recinto, donde también se venden artículos de costura y repostería hechos por las propias internas.

Bueno, espero que este sea uno de los muchos consejos que pretendo daros para que disfrutéis lo mismo o más de lo que lo hicimos nosotros en nuestra aventura por Tailandia. ¡Nos vemos!

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Este verano… ¡una grattaccheca fresquita!

Hace como año y medio, aproximadamente, disfruté de un divertido viaje a ROMA, que resultó ser toda una revelación gastronómica. Os lo conté aquí, en el blog, y como os gustó tanto lo salado hice un segundo post muuuuuuuy dulce. Hoy vuelvo sobre uno de aquellos postres: la ‘grattachecca‘, muy típica de Roma e ideal para una calurosa tarde de verano.

¿Quieres saber de que se trata?

Pues no lo dudes…

DALE AL «PLAY»

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Gastronomía griega…Rico, rico

Bueno, como sabéis estoy haciendo un curso de «Competencias Tecnológicas para Community Managers», así que me han pedido que trastee un poco con Flickr y que haga una galería de imágenes.

Hace muy poquito escribía en este mismo blog «Grecia sabe a queso y tomate, a verduras gratinadas, aceitunas negras y aceite extravirgen; sabe a pescado fresco, a pan recién hecho y sobre todo a café, o mejor dicho, ¡a frappé! Litros de frappé…«

Así que, como más vale una imagen que mil palabras, eso es lo que os quiero enseñar aquí: algunos de los platos más ricos que comí en mi viaje por Grecia. Es solo una pequeña muestra de la riquísima gastronomía griega pero espero que os abra el apetito…

Y a ti… ¿qué plato te ha gustado más?

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Sudeste asiático mochilero

sudeste-asiatico-mochilero-Angkor

¡Siiiiiii! Ya es oficial, me ha costado convencer a mi partenaire pero ya puedo decir que queda inaugurada oficialmente la carpeta “sudeste asiático mochilero” para este 2013. Así que, antes de hacer de nuevo el petate, ¡manos a la obra! Son muchas las cosas que hay que decidir, así que voy a compartir con vosotros algunos consejos para preparar un viaje de este calibre. Espero que os sean igual de útiles que aquellos de cuando hablamos de Egipto.

Lo primero son los vuelos y elegir el destino. He leído en varios sitios que, junto a Singapur, Bangkok es un buen puerto de entrada si vas al sudeste asiático por libre, así que por ahí vamos a entrar. Si quieres buscar vuelos baratos desde España lo mejor es que consultes compañías como EgyptAir, Qatar Airways o Etihad Airways. Si no encontráis nada, ya sabéis, el bendito skyscanner y a buscar la oferta que más os convenza.

Nosotros, teniendo en cuenta que tenemos que viajar en julio y que disponemos de tres semanas, nos hemos decantado por volar con EgyptAir de Madrid a Bangkok y centrarnos en visitar Tailandia y Camboya. El vuelo sale por menos de 700 euros y hace una única parada en El Cairo, de unas 3 horas. En vista de las distancias y la temporada nos ha parecido un precio bastante adsequible.

Vacunas y visados
¡Importante! Dos cosas fundamentales ANTES de partir: las vacunas y los visados que necesitas para ir al Sudeste asiático en plan mochilero. Respecto a las vacunas, lo mejor es que consultéis cual es el Centro de Vacunación Internacional más cercano y pidáis consulta. Lo podéis mirar aquí. Es fundamental que sepáis que la vacuna de la fiebre amarilla es OBLIGATORIA*. Otras vacunas recomendadas son la Hepatitis A; Hepatitis B; Tétanos-Difteria; Fiebre Tifoidea; Polio o Meningitis. A día de hoy la tasa de la vacuna de la fiebre amarilla es de 18,33 euros y se recomienda ponértela al menos un mes antes de viajar, según informa el Ministerio de Sanidad. El resto de vacunas «recomendadas» cuestan 36,93 euros ¡mamaita querida!

En cuanto a los visados, esto es todo un mundo y depende de los países que se quieran visitar. Por ejemplo, hay países que NO requieren visa, como es el caso de Tailandia, Malasia, Filipinas y la ciudad-estado de Singapur. Además, hay otros países del SEA, Sudeste Asiático, que tienen visa “on arrival”, o lo que es lo mismo, que se consigue en los pasos fronterizos. Es el caso de Indonesia, Camboya y Laos.

Por último, aquellos con los que hay que tener más ojo y no despistarse: los que necesitan visa adelantada, por lo que hay que contar con el tiempo suficiente para tramitarlos en sus correspondientes embajadas. Aquí se incluyen China, India y Vietnam. Como habréis visto, en nuestro caso no nos hacen falta visados; a los que vamos de turistas, hasta 30 días, Tailandia no nos los pide y en Camboya lo pagaremos en el momento de cruzar la frontera… ¡una cosa menos!

sudeste-asiatico-mochilero-TailandiaAlojamiento barato
Hasta aquí, todo lo relacionado con los preparativos antes de partir. Ahora, os voy a dar otros consejos de alojamiento barato, en plan mochilero -que es el que vamos nosotros- si es que preferís llevar algo reservado de antemano. Lo más barato, sin duda, son los Hostels y las Guesthouses, que podréis consultar en webs archiconocidas como las de Hostelbookers y Hostelworld o incluso en Booking. Pero ya sabéis que eso es cuestión de mirar y mirar…

Dependiendo de vuestro presupuesto, de si queréis habitaciones simples, dobles o colectivas y de la ubicación de los alojamientos, el precio puede oscilar entre 2 y 10 dólares. Ya sé que es alucinante, ¡pero así es el Sudeste asiático mochilero! -esperad a que hablemos de la comida-. De todos modos, os aconsejo que echéis un vistazo a auténticos expertos en esto de viajar al el Sudeste asiático por libre. La argentina Aniko Villalba, de Viajando por ahí, o Carme y Toni de Con Mochila, son dos opciones muy buenas. Además, los últimos están actualmente en el terreno: así que podéis seguirlos en vivo y en directo. Otra opción muy buena es haceros con este clásico: la guía Sudeste asiático para mochileros de Lonely Planet.

Yo, por mi parte, seguiré informando. Así que ya sabéis: opinad aquí abajo sobre que queréis que os cuente. Medios de transporte, comida, dinero, presupuesto ¡lo que sea!

*Actualización: es obligatoria si vienes de países endémicos (básicamente África central y la zona norte de Sudamérica), NO para europeos, por ejemplo. Así que insisto: lo mejor es ir a un centro especializado y consultar tu caso. Nosotros ya fuimos. Nos pincharon Hepatitis A y un recordatorio de la antitetánica, y nos dieron el tratamiento (3 pastillas) para las Fiebres Tifoideas ;-)

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Grecia te embriaga …

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El otro día alguien muy especial me pidió un texto sobre el viaje a Grecia del verano pasado. Nada muy elaborado. Ni siquiera práctico… simplemente cuatro o cinco párrafos con lo primero que se me pasara por la cabeza. Un textillo simple que acompañase a un album de fotos. Nada serio.

El caso es que aunque me resistí -porque soy muy vago-, tras mucho remolonear, al final  me animé y esto es lo que salió. Lo dejo aquí por si os inspira y os decantáis por Grecia en vuestras póximas vacaciones. ¿Queréis saber que sensación me dió a mi? Pues esta…

“Fish & Olives”. Pocos sitios resumen mejor la esencia de Grecia que esta pequeña tienda de cerámica en Halki, un pueblo perdido en medio de la aún más remota isla de Naxos. Allí, en plenas Cícladas, nos dimos cuenta de la dimensión del viaje que habíamos emprendido días atrás y nos zambullimos en esa Grecia de olivos y mar, mucho mar… y no uno cualquiera, sino el Mediterráneo.

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Un paseo por Grecia te transporta a tiempos pasados. Primero, por la cantidad de obras de arte y restos arqueológicos que encuentras a lo largo y ancho de todo el país; segundo, por lo natural de su exquisita gastronomía. Grecia sabe a queso y tomate, a verduras gratinadas, aceitunas negras y aceite extravirgen; sabe a pescado fresco, a pan recién hecho y sobre todo a café, o mejor dicho, ¡a frappé! Litros de frappé…

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Grecia te embriaga, te mece en su regazo y te hace suyo. Nunca te sientes extraño, todo lo contrario, y eso hace que no te canses de recorrerla de ciudad en ciudad, por muy largas que sean las distancias. Cada nuevo lugar es un descubrimiento: Atenas, Mykonos, Naxos, Santorini, Heraklion, Chania, Meteora, Nafplio… cada ciudad que visitamos nos aportó algo que fuimos sumando, cuenta a cuenta, hasta confeccionar un auténtico ‘komboloi’ de experiencias.

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Desde la caótica -y peligrosa- Atenas, al remanso de paz de Meteora y su vida monacal, el verano de 2012 pudimos disfrutar de un viaje fantástico que siempre recordaremos. Han sido muchos y muy buenos, y más que nos quedan por disfrutar, pero el de Grecia lo recordaremos por la mochila, el relax en la playa, el contacto con la Naturaleza, la buena mesa y la lectura de cientos de mapas y explicaciones. Por eso y muchas cosas más, pero sobre todo por algo fundamental: porque lo hemos compartido y vivido juntos. Una vez más. Es nuestro viaje y eso ya no nos lo pueden arrebatar…;-)

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…¿y ahora qué? ¡Pues a elegir próximo destino!

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Saltar el muro


Hace un par de meses me encontré por casualidad en Internet con las bases del I Concurso de Relatos Cortos de Viaje de la Librería Altaïr Madrid. El premio era muy tentador: 2 pases globales de Interrail para 22 días y un año para gastarlo. Las bases sencillas: no podía exceder los 4 folios, el leit motiv era el viaje -en cualquiera de sus vertientes-, y debía comenzar con la siguiente frase: “Encima de la mesa de información de RENFE se amontonaban decenas de folletos de InterRail…”

Este sábado pasado, 10 de noviembre, salió el fallo del concurso y en breve publicarán en la web de Renfe el relato ganador ¡Qué ganas de leerlo!. Esta vez no ha podido ser, pero lo he pasado tan bien imaginando y escribiendo mi historia, que no me he podido resistir a compartirla aquí con todo aquel que la quiera leer. La he hecho desde el corazón, así que espero que os guste.

Encima de la mesa de información de Renfe se amontonaban decenas de folletos de InterRail… Estaba decidida: iba a hacerlo. “Tenía” que hacerlo. Se lo debía a él, me lo debía a mí, a los dos… Me acerqué al mostrador y los ojos se me llenaron de lágrimas, la garganta se me hizo un nudo y sentí la necesidad irrefrenable de gritar, como si eso fuese lo único capaz de aliviar mi dolor… pero me quedé allí parada, controlando mi instinto.

-¿Se encuentra bien señora? ¿Puedo ayudarla en algo?

Me serené un poco y dije con un hilillo de voz:

– Sí, si, disculpa, estoy bien. Estaba buscando algo pero… da igual…

Salí de la oficina casi sin acabar mi frase. Me faltaba el aire. Necesitaba respirar. Afuera me senté en el primer banco que vi, apoyé la cabeza contra la pared y respiré lo más hondo posible. Con cada bocanada de aire, los recuerdos comenzaban a abordarme.

Apenas podía ver la carretera cada vez que el limpiaparabrisas sacudía la luna de mi coche. Hacía un día de perros y la carretera de Colmenar, nueva para mí, parecía desolada y triste. A mi me daba igual. Pese al mal tiempo, el madrugón y mi destino: la Cárcel de Soto del Real, yo estaba muy contenta.

Un par de días antes había recibido la comunicación de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias: me incorporaba a la cárcel de Madrid V como educadora social y “Coordinadora de Formación”. Además de las clases tendría el cometido por el que llevaba años luchando: encargarme de la biblioteca.

Tenía algunas amigas trabajando en cárceles de Cataluña y me habían contado historias muy interesantes. Claro que la situación de allí es muy distinta, pero tenía muchas ganas de hacer cosas nuevas y de aportar mi granito de arena. Había leído infinidad de artículos acerca del poder de la lectura en la rehabilitación y reinserción de los presos, algunas iniciativas por España, ejemplos de Centroeuropa, los países nórdicos… En definitiva, me hacía mucha ilusión esta nueva etapa.

Vista una cárcel, parece que ya las has visto todas. Por lo menos en España. Así que no me costó demasiado acostumbrarme a Soto del Real: sus pasillos interminables, los controles, los distintos módulos, ni siquiera al batir de la última puerta, la corrediza, que parece susurrarte “Ahora si, estás dentro”.

Los primeros días en la escuela y la pequeña biblioteca contigua fueron muy llevaderos. La gente era muy amable y a penas tuve el mínimo problema. Muchos venían a por libros de préstamo, para consumo en la celda; los menos se quedaban en la pequeña sala de lectura. Todos coincidían en lo mismo: la biblioteca es el mejor lugar donde se puede estar dentro de la cárcel… Una pena que ese refugio solo durase 4 horas al día…

Y luego llegó él. Carlos apareció en mi vida de manera fortuita, sin esperarlo. Jamás, repito, jamás, pensé que me fuese a fijar en un interno… y mucho menos enamorarme de él. Carlos era conocido en Soto del Real por su carácter pausado y afable, venía de estar destinado en el economato y un muy buen día mi jefe decidió que era el candidato perfecto para acompañarme como auxiliar de biblioteca.

No sabría decir cuando llegó, ni de que hablamos las primera veces que nos vimos, supongo que de la biblioteca y de cómo repartirnos las tareas. Sin embargo, me vienen a la memoria infinidad de episodios posteriores: el primer contacto de nuestras manos, evitando las miradas inquisitivas; las cartas escondidas entre las páginas de los libros; nuestras largas charlas; muchísimas risas; o simplemente la sensación de compañía. Solo eran 4 horas al día, pero para mi eran las 4 horas más felices.

No era tanto lo que contaba, sino cómo lo hacía. Podría describir al milímetro esa mirada vivaracha, luminosa, y como se llenaba de aire cuando abordaba un tema que le apasionaba. Su cara irradiaba luz cada vez que recordaba cosas que había leído, tenía una memoria prodigiosa. Sabía dónde y cuándo había visto tal cosa o tal otra. Y si había un tema que le fascinaba o, mejor dicho, que nos fascinaba, ese era el viaje: conocer mundo, compartir experiencias con otra gente. Ser libres.

Con el tiempo me dí cuenta de que los libros, especialmente los de viajes -sus favoritos- le hacían más fácil su encierro. Los relatos de otros viajeros le ayudaban a evadirse de la realidad, olvidar su condena y abandonar mentalmente el reducido universo de la cárcel, algo que él mismo definía como “saltar el muro”, aunque solo fuese con la imaginación. Mi encierro en aquella prisión era voluntario, pero creo que también quería saltar el muro, un muro muy alto y escarpado: el de una vida anterior que, por diversos motivos, quería dejar atrás para emprender un nuevo camino.

No me acuerdo si fue una semana, dos, tres, o seis meses, el caso es que llegó un día en que los viajes anhelados por cada uno se convirtieron en uno conjunto. La India, Brasil, Suiza, Perú, Francia o Tailandia… cualquier destino era bueno para soñar con un futuro juntos fuera de ese encierro. Aprovechamos cada tarde, cada minuto, para imaginarnos como sería ese viaje fantástico en el que los dos iríamos de la mano. Nunca pudimos abrazarnos, no hicimos el amor, ni siquiera tuvimos una primera cita en la que ponernos nerviosos, pero fuimos amantes, aunque solo fuese a través del pensamiento y las palabras. Los mejores amantes…

Ahora soy consciente de que nuestro amor será eterno, aunque de forma física solo duró un año y medio. Para mí, un tiempo más que suficiente para saber que Carlos fue, es y será el hombre de mi vida. Precisamente, esa fue la dedicatoria que le escribí en el último libro que le regalé: “Para el hombre de mi vida”. La dedicatoria, camuflada en un acrónimo que nos habíamos inventado, fue capaz de despistar al más avispado de los funcionarios que lo inspeccionaron con lupa y -lo que más me dolió- con cierto desprecio. No entendían porque una trabajadora del centro le regalaba nada a un interno…y menos un libro.

No era un libro cualquiera, era Un año en la Provenza, de Peter Mayle, una joya con la que descubrir el sur de Francia a través de sus paisajes, sus gentes o la gastronomía. La gran ilusión de Carlos era recorrer la Provenza en tren, saltando de pueblo en pueblo. Su abuelo había emigrado a finales de los sesenta a Moustiers-Sainte-Marie y posteriormente se había ganado la vida como maquinista de tren en Aix-en-Provence. En realidad nunca llegó a conocerlo, pero fue su madre la que desde niño se encargó de contarle historias de pueblos pegados a las montañas y campos de lavanda. En el año y medio que nos conocimos soñamos con ir juntos a miles de sitios, pero su obsesión era la Provenza.

Por ese motivo, yo también comencé a amar aquel lugar en el que nunca había estado. Y fue mi amiga Pilar, de Altaïr, la que me recomendó llevarme ese libro. “Si es un enamorado de la Provenza, este es el libro perfecto. Es un clásico. Le gustará…”. Pilar nunca se equivocaba, la conocí años atrás por una amiga de una amiga y además de recomendarme siempre buenos títulos, colaboraba todos los años con nuestra biblioteca. Nunca fallaba. Y aún a día de hoy no sé como agradecérselo.

También fue ella la que me asesoró para hacer el otoño pasado un ciclo de literatura de viajes. Cada libro que elegía, cada tema, cada destino, lo hacía pensando en si le gustaría o no a Carlos. Hicimos un concurso literario, con gran participación, y varios talleres. La guinda del pastel fue conseguir que nos visitase Javier Reverte. Todos lo escucharon con atención y preguntaron infinidad de cosas; Carlos no podía ni hablar, estaba ensimismado pensando en África y en la Antártida. Aquella tarde cuando nos despedimos, su mirada brillaba más que nunca y aunque no me podía decir gran cosa, pude leer en sus ojos un “gracias” que me acompañó toda la noche, pese a estar sola en mi casa.

Todas estas historias y muchas más son las que revolotean como pájaros en mi cabeza al pensar en él y es en esos momentos en los que consigo deshacerme del nudo en la garganta y sentir una paz absoluta. Los recuerdos me reconfortan, me gusta pensar en todo lo bueno que vivimos juntos; incluso a veces noto como si me abrazase, pese a no haberlo probado nunca…Sin embargo, ese consuelo no dura mucho tiempo y cuando vuelvo a la realidad solo puedo recordar aquella maldita mañana en que recibí esa llamada:

“Espe, soy Antonio, de Soto… ha habido un incidente en la cárcel esta mañana y… bueno, no sé como decirte esto, lo siento… el caso es que Carlos, tu auxiliar, ha muerto…”

Hubo una pausa. Antonio, mi compañero de trabajo, no supo qué más decir. Solo escuchaba su respiración acelerada al otro lado del teléfono; yo tampoco pude rellenar ese silencio. Estaba ensimismada, ida, aquella película no podía ir conmigo. A lo mejor era un mal sueño, pensé. Seguro…

“…hubo un pelea -prosiguió Antonio a medida que bajaba el tono-, no está claro, creen que el detonante fue un libro. Se lo robaron, que sé yo, y Carlos quiso recuperarlo. Lo siento…Sabemos que tu tenías una relación muy estrecha con él y hemos querido avisarte lo antes posible. Luego te llamará el jefe. Me ha dicho que si no estás bien te cojas unos días. Lo siento, de verdad. Lo siento mucho…”

No sé como, pero reuní la fuerza necesaria para juntar unas palabras: “No te preocupes, Antonio, de verdad. Gracias por avisarme, muchas gracias; ya mañana, más tranquila, os llamo. Adiós”.

A partir de ese momento fue un infierno que no quiero -ni debo- recordar. Todo pasó muy deprisa y los recuerdos se amontonan en mi cabeza. Papeleo, duelo, entierro. Nadie se hizo responsable de Carlos y yo me ofrecí a solucionarlo todo, al fin y al cabo “era mi auxiliar”. Uno de los momentos más duros fue cuando me entregaron el libro de la disputa, el libro de Mayle, el último libro que le pude dedicar. En el entierro lo metí junto a un bouquet de lavanda en el nicho, a un lateral del féretro. Ver como lo cerraban para siempre me desgarró el alma. Me hubiese cambiado por él sin dudarlo un segundo.

Ya han pasado dos semanas. Aquí estoy sentada en Atocha… voy a entrar en la oficina de Renfe y comprarme un pase de Interrail para Francia. Empezaré recorriendo el sur, la Provenza, y luego dios dirá. Me han dicho que ahora en julio está precioso, los campos han florecido y el sol acaricia la lavanda y el jazmín. Se lo debo a Carlos, me lo debo a mí, a los dos. Carlos, mi amor, espérame allá donde estés, tendré muchas anécdotas de este viaje que contarte…

FIN

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Cerdeña. Alghero. Ana Marotto…

Recomendaciones. Mapa de Alghero.

Anna Marotto es delgada, nerviosa, de pelo corto y despeinado, viste leggings y camisetas flojas, de esas que enseñan un hombro… Al minuto de entablar contacto contigo sabes que lo suyo no es solo un look, sino todo un preámbulo a lo que es su carácter: el caos. Nerviosa, contradictoria, su cabeza va un par de revoluciones por encima de su cuerpo. Pero es encantadora. Más allá de esa primera apariencia, se encuentra una tía agradable, atenta y capaz de hacerte sentir como en tu propia casa.

Anna Marotto es la dueña del Bed & Breakfast MareMore de Alghero, un acogedor ‘pisito’ en el que pasar unos días de asueto en la zona norte de Cerdeña. El B&B tiene todo lo necesario: habitaciones espaciosas, un cuarto de baño equipadísimo y una cocina soleada en la que siempre se desayuna como si fuese domingo. Además, tiene terraza y toda la libertad que te da estar a dos pasos de la costa y a unos minutos del casco antiguo de la ciudad. El barrio no es muy acogedor pero bueno, no podía ser perfecto…

Como buena anfitriona, Anna no escatima tiempo en mostrarte sobre el papel las lindezas de su ciudad -que no son pocas- y los alrededores: “¿qué queréis? ¿playa? ¿ver cosas? ¿salir de marcha? Ummmmm, os voy a decir donde tomar el mejor aperitivo de Alghero”. Anna lo tiene claro. Corretea con el boli por el mapa como un Comecocos en busca de su presa. Se ensaña al hacer cada punto del que luego saldrá una flecha y una nueva recomendación.

Las playas más o menos son las que podéis encontrar en cualquier guía. Lo mismo pasa con el Capo Caccia, la Grotta di Nettuno o los nuraghe, las antiquísimas edificaciones megalíticas de Cerdeña. Lo que os voy a enumerar aquí son algunos de los sitios que Anna nos recomendó y creo que pueden facilitar vuestra estancia en Alghero. A unos fuimos y a otros no, pero aún sin cotejarlos todos os dejo estos consejos, estos “tips” viajeros del puño y letra de una auténtica algheresa.

Al Grottino (Via Maiorca, 65). Pequeño, abarrotado, lleno de gente hambrienta de la zona, desde amas de casa en zapatillas a gente joven que sale de marcha o nonnas y nonnos que, como en el resto del mundo, se te cuelan en la fila.

Su nombre ya lo indica, se trata de una cueva, un túnel de ladrillo con 4 mesas, un horno gigante y un mostrador tras el que está “ella”. Pintada como la mismísima Nefertiti la dueña parte y reparte entre los impacientes comensales. Ella se piensa supersexy, italiana de pro, directamente entroncada con Sofía Loren…yo solo podía pensar en una especie de Amy Whinehouse trasnochada…MÁS trasnochada, quería decir…

Solo por verla a “ella” merece la pena; pero lo curioso es que la comida es aún mejor. Pizzas baratísimas (2,50-4 euros) y recién horneadas ante tus ojos. Para comer allí o para llevar. También la venden troceada ¡por un euro! Y la joya de la casa: la fainè. Es una especie de pizza elaborada a partir de harina de garbanzos, agua, aceite de oliva, sal y pimienta. Originaria de Génova -en la isla se la conoce como fainè genovese- es un plato muy demandado en Cerdeña y muy pero que muy rico y natural. Lo recomiendo.

Precios de Al Grottino

Baraonda (Piazza Misericordia). En el corazón del casco antiguo de Alghero, este bar es “lo más” en lo que a terraceo se refiere en la ciudad. Ideal para tomar un buen vino, una copa o una cerveza bien fría; así como para ver y ser visto…También se puede cenar o incluso ir a tomar un simple café por la tarde. De todo un poco.

Se trata de un sitio muy concurrido de noche y los fines de semana. Sus puntos fuertes -según los que lo conocen bien- son la carta de vinos, los excelentes cócteles y sus exquisitos aperitivos. Todo ello amenizado con buena música y un servicio amable y atento. Parece no estar mal…

Pub Mill In (Via Maiorca, 37).  Muy cerca de Al Grottino, es el típico pub irlandés, así que te tiene que gustar el estilo de esos locales. En nuestro caso con asomarnos nos llegó. Es un pub sencillo, sin pretensiones, cuyo único aliciente es su ubicación y que los fines de semana tiene música en directo. Aún así, personalmente, yo no me voy a Cerdeña para tomarme una pinta en un pub. Pero para gustos colores ¿no?

La Lanterna (Via Giovanni XXIII).  Antes de nada, para que no os pase como nosotros, aseguraos de que día de la semana cierra este restaurante. Habitualmente lo hacía los lunes y, creedme, da mucha rabia no poder ir por este despiste.

El sitio está situado en la parte nueva, alejado del casco histórico, y eso se nota en la cuenta. Es barato y, por lo que he leído, con una excelente relación calidad-precio, de ahí la presencia masiva de lugareños. Eso siempre es buen síntoma.

Lo suyo son las pizzas, hechas al horno de leña, aunque la gente también destaca su amplia variedad de entrantes y pastas. Además dicen que el servicio es estupendo y no me extraña: ¡¡¡Son amigos de Ana Marotto!!! Así que si eres huésped del MoreMare tienes descuento seguro. Un chollo.

Me da rabia no poder dar más datos de primera mano, por eso lo mejor será que echéis vosotros mismos un vistazo a su web donde podréis ver el menú, reservar y deleitaros en general, incluso con sus “citas”.

La noche de Alghero es ideal para tomar algo en una terraza

La noche de Alghero es ideal para tomar algo en una terraza

Focacceria Milese (Via Garibaldi, 11). Situado en el paseo de Barcelona, frente al puerto de Alghero y en el camino a las playas, este es un punto donde os recomiendo ir si o si. Al Milese se va a degustar la famosa focaccia que tiene su nombre y que, por poco dinero, llenará el estómago de los más exigentes.

El invento es el siguiente –y aquí paso a leer lo que dice su web-: es una ‘torta’ rectangular y enorme, que se corta a la mitad y se rellena con atún, huevo cocido y tomate, y se condimenta con rúcula, cebolla, anchoas, panceta y un ingrediente “secreto” creado por la señora María, dueña del local. No sé si me explico pero ¡qué más da! El tema es que se corta en trozos y se vende por unos 2 euros y medio…así que si pasas hambre en Alghero es porque quieres. Ummmmmmm. Delicioso.

Bueno, esto son algunas pinceladas aunque Ana nos recomendó otros locales “de moda”, como el Caffè dei Pazzi (Via Cagliari) – con un ambiente similar al Baraonda-; o el MiraMare (Via Gramsci, 2), donde aseguró poder tomar el mejor aperitivo de la ciudad. Una costumbre muuuuuy italiana. De todos modos, os digo lo de siempre: perdeos, buscad y arriesgad antes de volver a casa con la curiosidad…y lo más importante, ¡preguntad!

¡MUCHA SUERTE!

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¡Al agua patos! …Y cocodrilos, anacondas y demás bichos raros…

Buceando en el Mar Rojo.Llevaba tiempo pensando en ello y aquí estoy, con una entrada “refrescante” en la que os quiero recomendar tres de los baños más alucinantes que os podéis pegar por el mundo adelante. Tres baños llenos de aventura, naturaleza y muchísimas emociones. ¡Mis tres baños favoritos! Por lo menos, de momento…

Los voy a ordenar cronológicamente, respetando el orden en el que los realicé, del primero al último. Y para que veáis que no me amilano con cualquier cosa, empezamos fuerte. Nada más y nada menos que con el río más largo, caudaloso, ancho y profundo del mundo: el Amazonas.

La Amazonía, en general, es uno de los parajes más ricos que he conocido. Tuve la suerte de ir una primera vez en Perú, a una zona llamada “la Selva de los Espejos”, dentro de la Reserva Natural Pacaya-Samiria. Aquella vez fui de vacaciones en familia y pese a disfrutar del río como nadie -recuerdo un gran paseo en canoa-, me quedó una deuda pendiente: meterme en el Amazonas.

Así que puse todo mi empeño en regresar y lo conseguí tres años después, en 2005. Mi segunda experiencia amazónica, tal y como quería, fue bastante distinta. Los mil días de espera valieron la pena y aproveché al máximo esa segunda oportunidad que yo mismo me había brindado. Esta vez no podía desaprovecharla.

En aquella ocasión fui a Ecuador, a la Estación de Biodiversidad Tiputini, acompañado de un nutrido grupo de alumnos de periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona. Esta historia es genial, pero muy larga de contar ahora mismo, así que lo resumiré en que fui dentro del proyecto de periodismo, viaje y aventura Tahina Can. Pero vamos al baño, que es lo que interesa…

En el Amazonas

Durante casi una semana disfruté de lo que es la vida en la selva, aprovechando los momentos de ocio para hacer lo mismo que la gente de la zona: zambullirme en el río. En pareja, en solitario o con una veintena de personas, puedo decir que me ha bañado lo que he querido dentro del río más grande del Planeta. Bueno, en un pequeño afluente, pero en el río al fin y al cabo.

La experiencia es curiosa. El río es de un marrón tan oscuro que a penas ves lo que pasa a un dedo de profundidad, pero ahí estás, como si de cualquier otro río se tratase. Una vez sobrepasas el asco inicial y borras de tu cabeza todas aquellas películas horribles de anacondas, pirañas y demás bichejos; te dejas llevar. Recuerda que la gente de allí lo hace continuamente y seguro que no se han topado con una serpiente de dos metros en su vida… o a lo mejor si…

Chapuzón De todos modos, creedme: es divertido. Pensar que estás metido en aquella inmensa masa de agua, rodeado de sabe dios cuantas especies animales y vegetales. En medio de la nada. No sé vosotros, pero a mi a veces me encanta hacer un zoom imaginario como en el Google Earth y darme cuenta de que estoy en un lugar lejano que hasta ese día solo había visto en un mapa ¡es genial!

Así que animaos. La experiencia es única y no creo que haya mayor problema que una rama despistada -en el Amazonas hay muchos árboles sumergidos- o un tapir que nada desesperadamente para alcanzar la otra orilla. Y la pregunta del millón: ¿hay pirañas? SI, pero esta más que comprobado que solo atacan cuando hay sangre. Es más, he de admitir que nosotros nos bañamos en un sitio donde previamente las habíamos estado pescando y aquí estoy, con mis 20 deditos.

También vi cocodrilos, pero más bien de noche y agazapados en las orillas, bajo un grueso manto de barro ¿No os dáis cuenta que somos los reyes de la Jungla? Solo hay que tener un poco de cuidado, como en todos lados. Como diría una experta en moda: el baño en el amazonas es un Must.

Ni rastro del Cocodrilo del Nilo
Así que una vez roto el bautismo de fuego, y comprobado que un cocodrilo en su sano juicio nunca se acercaría a un grupo de gente chapoteando o una embarcación motora, me fui a por el segundo baño: el Nilo, el río sagrado de Egipto.

Si te has bañado en el Amazonas, el Nilo es un juego de niños; eso sí, a ambos hay que tenerles respeto por ser dos ríos enormes y con unas corrientes muy fuertes. No hay peligro de ahogamiento, pero si de que te arrastren y te lleven al quinto pino. El Nilo es un río completamente distinto, pero con otro paisaje de escándalo, rodeado a ambas orillas de una frondosa vegetación que destaca con lo árido de las montañas.

Con unos amiguitos en el ambarcadero de la Isla ElefantinaNo me extraña que lo llamaran el río de la vida, porque eso es lo que desprende en cada kilómetro por el que pasa alimentando a una tierra yerma a escasos metros. En Egipto TODO gira a su alrededor. Una forma extraordinaria de recorrerlo es en felucca, la tradicional embarcación de madera que con tan solo una vela lleva más de dos mil años surcándolo.

El baño en el Nilo es sosegado, ayuda a sobrellevar las altas temperaturas del país e invita a observar la gran variedad de habitantes que tiene, especialmente pájaros. Estar metido en el Nilo sin ver pasar un ibis flotando a la deriva es casi imposible. Sin embargo, afortunadamente, yo no vi ni rastro del popular Cocodrilo del Nilo. Menos mal…

Un niño jugando en el NiloAdemás, y aunque parezca raro, a orillas del Nilo existen multitud de “playas” o islas con arena en las que puedes ver a muchos beduinos bañándose y pasando una jornada de lo más divertido. Nadie se extraña por ver llegar a un par de turistas y, con suerte, hasta puedes hacer amigos y jugar con los niños de la zona. Doy fe.

Mar Rojo: viviendo dentro de tu propia pecera
El último de los baños del que os quiero hablar, también fue en Egipto, en la península del Sinaí, y fue sin duda el mejor de todos hasta el momento. La verdad que fue sin premeditarlo, casi sin saber exactamente que me iba a encontrar; pero el Mar Rojo no defrauda. No me extraña que Jacques Cousteau se quedara prendado: ¡si es como vivir en tu propia pecera!.

No os voy a hablar de submarinismo porque ni lo he practicado ni pensé, en su día, que Egipto fuese el mejor sitio para iniciarme en tan noble arte. No hace falta. Con algo tan simple como unas aletas, un tubo y unas gafas, se abre ante ti un mundo nuevo de posibilidades. Puedes ser el protagonista de tu propio documental de La 2. Y por un precio irrisorio: 1 o 2 euros. Increíble.

Snorkeling en DahabMi experiencia con el snorkeling fue una de las cosas más “apasionantes” que he hecho en mi vida. Fue en Dahab, uno de los templos del submarinismo de la zona, en un lugar que la gente llama ‘Three Pools’. El paisaje es increíble: montaña desértica, una playa polvorienta y el mar. En la orilla solamente unos puestecillos, con esterillas y cojines en los que te tomas una consumición como excusa para que cuiden tus cosas.

Te tienes que meter en el agua por el sitio que indica allí un pequeño cartel. No se puede pisar la barrera de coral …»¿coral? ¿qué coral?», pensé. Y ahí estaba. En dos segundos se abre una profunda fosa y estas flotando sobre un inmenso abismo. Al girarte sobre tu eje, una pared inmensa de coral, con la mayor gama de verdes, ocres, violetas o rojos que te puedas imaginas (en la foto de arriba me puedes ver, minúsculo, tras la barrera de coral). Y lo mejor: ¡millones de peces!

Una submarinista viendo un pez payasoNo sé cuantos distintos vi, quizás cientos, pero no podía parar de mirarlos. El estandarte, el globo, el gato, el ballesta, el cirujano, el cofre, el león, el loro, el murciélago; he leído por ahí que existen casi mil especies diferentes de pececillos de colores en el Mar Rojo, y cada cual más pintoresco y con un nombre más raro. Además, también hay mantas, rayas o morrenas; incluso tortugas. Todo lo que te puedas imaginar que vive debajo del mar…¡pues más!

Dos peces estandartePero sin duda mis favoritos fueron dos: el pez Picasso, absolutamente cubista y con su característico “antifaz”, y el pez payaso. Siiiiiiiiii… si me tengo que quedar con un recuerdo de mi paso por el Mar Rojo es ese momento buceando a pulmón hasta encontrarme cara a cara con el pez de ‘Buscando a Nemo’. ¡Qué gracioso, por favor!

Así que ya sabéis, no lo busquéis más. Nemo viven en el Mar Rojo, concretamente en Dahab y por lo a gusto que se le veía, no tiene pinta de que esté pensando en abandonar el lugar. Seamos sinceros, yo tampoco lo haría…

¡Nos vemos pronto!

P.D: las fotos del Mar Rojo no son mías, son de mi amiga Cecilia. Argentina, bióloga, estupenda fotógrafa y mejor persona, la conozco casualmente desde que coincidimos hace casi 4 años de viaje por Marruecos. Si la memoria no me falla nos vimos por primera vez en Fez pidiéndonos un mapa y una semana después estábamos durmiendo en el desierto del Sáhara bajo la luz de las estrellas…jejeje…¿interesante, no? ¡Esa es otra historia!

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